Travis en el Vive Cuervo Salón, Viernes 9 de noviembre
Por
SofíaIt followed me to L.A.
Down to Mexico
Came in through the back door
At the start of the show
La primera vez que escuché una canción de Travis fue en el 2000 y la canción fue
Turn. Cuando terminó pensé: "qué clase de estúpido dice que
la luna es un gran globo, pinche grupo basura". Sólo un par de semanas después escuché
Writing to Reach you y supe que ya me había llevado la chingada y ésta iba a ser mi banda contemporánea favorita. Realmente Travis marcó el fin de mi etapa de puberta furiosa y me convirtió en la amante del rock facilito que hoy -orgullosamente- soy.
Mentiría si dijera que como fan me tienen satisfecha. El
The Man Who está en mi lista de cinco discos favoritos de toda la historia, pero a partir del
Invisible Band comenzaron a decepcionarme. El
12 Memories me hizo dudar de seguir comprando sus discos, cuando salió
The Boy With no Name entendí que mucho de lo que amaba de Travis era que soundtrackeaban mi vida independientemente de la calidad de sus producciones, independientemente de lo que la crítica y los "conocedores" puedan decir sobre ellos. Travis, para mí, ya estaban mucho más allá que un gusto común y una admiración por una banda; eran, genuinamente, parte de mi vida.
El viernes pasado llegué esperando
todo de los escoceces. En estas épocas de poco dinero y muchos conciertos, uno tiene que sacrificar ciertas cosas por otras y yo había renunciado a un par de conciertos por pagar este. Cuidadosamente guardé en un mensaje del celular el setlist para todos ustedes, pero lo borré sin querer. Nunca logro llegar a casa con el setlist de un concierto, luego les cuento la cantidad de cosas que me lo han impedido en muchas ocasiones.
Ahora Fran Healy luce una cabeza calvita y donde no hay calvita hay canas. Andy Dunlop pierde su gran momento en
Sing cuando el banjo emite un sonido insoportable, Neil notadaddy como siempre en el tranquilo fondo, Doug Payne no se cansa de derrochar su sensual arrogancia. Travis es una banda completa que no necesita escándalos ni mamadas para llamar la atención y el viernes pasado me di cuenta de que como yo, mucha gente aprecia esa honestidad y carisma.
No recuerdo cuántas canciones tocaron, deben haber sido alrededor de 25 porque el concierto duró como dos horas y 20 minutos. Las que canté casi en soledad fueron
Good Feeling y
Pipe Dreams, las que extrañé del concierto pasado en el Palacio de los Deportes fueron
I Love You Anyways,
Slide Show,
Blue Flashing Light... bueno, varias, pues el concierto fue considerablemente más corto, pero también más intenso: Fran Healy cantó
20 sin micrófono, después de pedir cinco veces a la gente que por favor se callara. Cuando por fin todos se quedaron en silencio, el momento fue increíblemente intenso y la voz de Healy se dejaba escuchar desgarradora y entregada. Un gran regalo para la audiencia mexicana.
Los mejores momentos llegaron (como era de esperarse) con canciones como
Sing,
Side,
Turn y los hits que hacían que todo mundo levantara la voz, las manos y ambas. La versión acústica de
Flowers in the Window hizo que nos moviéramos uniformemente de un lado a otro como retrasados mentales siguiendo una luz de colores, al tiempo que entonábamos taradamente
Lala la la la...
Y no, lejos de ser taradez, lo que pasó esa noche fue que tuvimos a solo unos metros de distancia a una banda entregada y carismática, cuidadosa y detallista, que por más de dos horas mantuvo al público enamorado del escenario y contento de poder compartir esa sensación con otros cientos de voces que no se cansaban de pedir más Travis.
Prometieron regresar pronto. Los que hemos estado ahí las tres veces que han visitado la Ciudad de México sabemos que cada vez son menos ajenos, menos banda de rock, menos rockstars, menos lejanos. No más extraños.