3 de noviembre de 2009

The Antlers.

Texto: Sofía T
Fotografías (en vivo): Darren Kim

Little bird I invite you, build your nest
-The Microphones, "Antlers"


Foto tomada de myspace.com/theantlers

Llevo un par de meses enfrascada de manera casi obsesiva en Hospice de The Antlers. Últimamente no me resulta tan sencillo escuchar discos nuevos completos, generalmente es una canción o dos lo que me atrapa y después sigo con cosas que me gustan desde hace años, las cosas que considero "seguras". Pero con Hospice sucedió lo que no me pasaba desde Dear Science: quedé fascinada con el disco de principio a fin desde la primera vez que lo escuché. Es una producción impecable que indudablemente se convertirá en un clásico. Como a estas alturas ya muchos saben, el disco es una apología de la separación. En primera instancia puede pensarse en la separación irreparable, pero los alcances anímicos del álbum son ilimitados. Las posibilidades de interpretación del 'discurso' de Hospice son tantas como los simulacros que a veces llegamos a sentir, las pequeñas alertas que nos llevan a afirmar que así debe sentirse la muerte.

Ese mismo tono trágico y devastador ha acompañado las composiciones de Peter Silberman (vocalista y creador principal detrás de The Antlers) desde antes de que se sumaran los otros miembros a la banda. Cold War (2008), In the Attic of the Universe (2007) y Uprooted (2006) anteceden a Hospice, con una producción mucho más básica y quizá una ingenuidad que en el futuro se desvanecería para convertirse en una capacidad asombrosa para conmover y fascinar. Aquellos álbumes contienen temas que actualmente no son interpretados en vivo, a pesar de que sería interesante escucharlos:



Hospice es tan complejo y tan exigente que su interpretación en vivo puede antojarse difícil, sobre todo si se considera que son solo tres músicos los que conforman la banda. Pero es precisamente esa alineación la que permite proyectar la intimidad en la que se desenvuelve todo el disco... El jueves 29 de octubre, The Antlers se presentaron en el Bootleg Theatre, en Los Ángeles, California. El lugar era pequeño y las entradas se agotaron con facilidad. Los tres miembros de la banda vendían su mercancía en una mesita y afinaron y colocaron sus instrumentos cuando llegó el momento. Es realmente muy difícil describir un concierto como el que ofrecieron esa noche. Peter Silberman realmente padece lo que está cantando -o susurrando, o gritando-, basta observarlo mientras se destroza la garganta con "Sylvia" o cuando durante "Epilogue" cierra los ojos y un hilo de voz se desliza suavemente por los oídos de todos los presentes: you're screaming, and cursing, and angry, and hurting me, and then smiling, and crying, apologizing... Casi es posible divisar la imagen: dos personas que sufren ante la irremediabilidad de la muerte -o de la desaparición, o del alejamiento- y que se entregan a la angustia y el dolor que esto les provoca. Y The Antlers logran comunicarlo. Logran contagiar al público de la nostalgia trágica que todos hemos sentido, pero que probablemente nunca nos había parecido tan dulce, tan auténticamente deliciosa en su inevitabilidad.

La presentación fue breve, pero sus efectos perduran hasta este momento. Y tengo la certeza de que seguirán reverberando mientras cierre los ojos y recuerde lo que estas imágenes apenas logran comenzar a describir.















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