La mujer de la foto de arriba, aunque usted no lo crea, se siente poco atractiva, está llena de complejos y temores y va al psicoanalista con regularidad para enfrentar sus demonios. Y no es para menos: no debe ser fácil ser Charlotte Gainsbourg. Hija de padres legendarios (Jane Birkin y Serge Gainsbourg, este último héroe, casi santo en tierras galas) que dejaron, tanto juntos como por separado, una marca indeleble en la cultura pop, debe resultar complicadísimo abrirse paso en el mundo del entretenimiento por mérito propio y ganarse el respeto de la crítica y del público sin explotar el apellido.
A pesar de todo, no le ha ido tan mal: su carrera cinematográfica (que incluye más de una veintena de películas) le ha rendido buenos frutos en la forma de premios y reconocimientos. En cuestiones musicales, su discografía es menos extensa (IRM es apenas su tercer álbum), pero el camino que lleva recorrido no ha tenido demasiados obstáculos. En su segundo álbum, 5:55 (y el primero de Gainsbourg ya adulta), contó con la ayuda de veteranos como Air, Jarvis Cocker y Neil Hannon (ahí nomás), con resultados de buenos a moderados. Por algo se empieza.
IRM, su tercer proyecto musical, es mucho más que una continuación de 5:55, mucho más que un paso hacia adelante: es un salto gigantesco, cosa que debe achacársele a Beck Hansen, que cienciólogo y todo, es el genio detrás de la variadísima oferta musical de IRM. Beck es el autor de todos los temas (con excepción de "Le Chat Du Café Des Artistes"), escritos con base en ideas y experiencias sugeridas por la propia Gainsbourg, además de contribuir como músico, arreglista y en los coros. Y a pesar de esta omnipresencia, Beck cede con maestría los reflectores a la voz y a la capacidad interpretativa de Gainsbourg, quien, como buena actriz, sabe crear y recrear emociones, personajes y situaciones, lo mismo frente a la cámara como frente a un micrófono.
Líricamente, IRM es un álbum lleno de símbolos, metáforas y reflexiones. El antecedente directo de esta grabación fue un accidente de esquí sufrido por Charlotte, quien tuvo que recuperarse de un derrame cerebral casi mortal. ¿Qué sigue? La respuesta es obvia: un álbum que habla sobre la experiencia de ese roce con la muerte. Pero lejos de que IRM sea un álbum de tintes sombríos, es todo lo contrario: está lleno de optimismo, vitalidad, experimentación y hasta humor negro.
Hay euforia en temas como la abridora "Master's Hands" o en "IRM" (las siglas de "Imagen por Resonancia Magnética" en français), canción de temática anatómico-quirúrgica en el que el protagonista es el equipo médico mismo. Este inspiró el ritmo y la estructura del tema tras varios meses de chequeos médicos a los que Gainsbourg tuvo que someterse tras su accidente. Es un tema impetuoso, primigenio, violento casi, así como lo más experimental en la carrera musical del pimpollo de Serge y Jane.
"Voyage" es otro tema lleno de ritmos exóticos y exquisitos: percusiones africanas, cuerdas del Medio Oriente, cantado por completo en francés. Todas estas características lo convierten en un auténtico viaje sonoro: pinta tantos paisajes como emociones y, al final, uno cree de verdad que ha cruzado el mundo entero en cuatro minutos y un segundo. Sin duda una de las mejores canciones del disco.
Gainsbourg muestra su lado más amigable con "Heaven Can Wait" (por algo es el primer sencillo del álbum), entra en los terrenos del folk con "Me and Jane Doe" (muy del estilo de Fleet Foxes), visita el blues en "Dandelion" y "Looking Glass Blues" (bonus track de la edición digital), abraza la electrónica lo-fi en la extravagante "Greenwich Mean Time", coquetea con éxito con el punk-rock en la sensual "Trick Pony", se codea con un rock progresivo muy "sigurrósesco" en "Vanities", provoca con la engañosamente simple "La Collectionneuse" (que parte de un loop de piano etéreo y onírico y crece hasta alcanzar proporciones épicas), desnuda su voz y su alma en "Time of the Assassins" (que encierra en menos de tres minutos la melodía pop perfecta), y hasta homenajea a la chanson française en "Le Chat Du Café Des Artistes", un tema del canadiense Jean-Pierre Ferland y que data de los años setenta. Tanto Beck como Charlotte se prendaron de la canción, quizá por la forma en que aborda el miedo a la muerte, al olvido, a ser "devorado" por otros: no es otra cosa que un apunte crudo, ácido, casi masoquista, sobre las consecuencias inevitables de la fama, el vértigo de la vida en el ojo público, los gajes propios del showbiz. Aquí una traducción libre de algunos fragmentos del tema en cuestión:
Y si el pan llegara a faltar
ahí estaré; no dudes ni un momento
en romperme las piernas y el cuello
y después cómeme, tal y como el gato lo hizo alguna vez
No será la primera vez
que un artista sea devorado
Y después me dejaron en el olvido ahí, ahí, ahí, ahí
Tal y como se olvidaron del gato
Tal y como se olvidaron de mis ideas y de mis canciones
No será la primera vez
que un artista quede en el olvido
Con tantos estilos y tantos ritmos, este material, en manos de otros, adolecería de falta de cohesión y acabaría resultando demasiado disperso, superficial. Sin embargo, la mancuerna Hansen-Gainsbourg ha logrado alcanzar un balance adecuado, ofreciendo al escucha un proyecto integral, que como un todo resulta una especie de cuaderno de ejercicios sonoros versátiles e intrépidos: Beck es el hilo conector, la columna vertebral; Charlotte es la intérprete que lo mismo conmueve, narra, seduce, lamenta, recuerda y se ríe con la voz. Y uno no puede sino rendirse ante ambos y escuchar, atento y curioso, de principio a fin.
2 comentarios: on "Charlotte Gainsbourg - IRM"
Yo creo que Charlotte Gainsbourg debió ser Señorita Indie 2009.
En serio, si hay algo que disfruto mucho de ti es leerte. ¡Muy buen post!
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